Fue un hombre que aprendió a tomar las
decisiones correctas.
Nació el 2 de octubre de 1869 en la India
bajo el nombre de Mohandas Karamchand. Fue abogado, pensador y político.
«Mahatma» es un título honorífico que en sánscrito e hindi significa «alma
grande».
En esa época, la India estaba bajo dominio
inglés.
Sus padres eran religiosos y vegetarianos
estrictos. Solían hacer huelgas de hambre para manifestar oposición no
violenta.
Era muy inteligente, pero su rendimiento
escolar dejó mucho que desear. Le costaba mucho aprender al ritmo de los demás
y todos comenzaron a creer que su nivel intelectual no estaba a la altura de
los otros.
Al cumplir los trece años se llevó a cabo
su matrimonio arreglado —según las tradiciones indias— y Kasturba se convirtió
en su esposa. Ella tenía la misma edad.
Comenzó a replantearse todo lo que había
aprendido de sus padres y su curiosidad lo condujo a robar plata para comprar
carne y cigarrillos. Incluso llegó a robarle oro a su propio hermano.
Arrepentido de sus actos, le confesó todo a
su padre, quien lo recibió con los brazos abiertos y sin juzgarlo, lo escuchó
con misericordia y compasión.
Su padre fue víctima de una enfermedad
mortal cuando Mahatma tenía dieciséis años. Él se encargaba de cuidarlo. Tiempo
después, su esposa sufrió un aborto natural.
Se apartó de su esposa durante varios años
para viajar a Inglaterra, donde estudió Derecho y adoptó varias de las
costumbres y comportamientos ingleses.
Al regresar a la India luego del fallecimiento
de su madre, Mahatma vio nacer a su primer hijo y trató de impartir su
profesión, pero no le resultó fácil.
Entonces lo pusieron a cargo de un caso en
Sudáfrica que cambiaría el curso de su vida para siempre.
Durante el viaje en tren, sufrió
discriminación y maltrato por ser indio. Los sudafricanos los consideraban
inferiores. Así, se dio cuenta del gran problema que significaba la exclusión
racial.
Se volvió dirigente para los reprimidos en
Sudáfrica y comenzó la lucha por la igualdad y la independencia. Siguiendo el
ejemplo de su familia, organizó manifestaciones pacíficas y descubrió que la
protesta no violenta era la única manera de combatir la hostilidad y de llegar
a un acuerdo. Veía en cada injusticia una posibilidad de negociación y no se
dejaba amedrentar por amenazas intimidantes.
Mahatma estuvo preso varias veces y muchos
de sus seguidores fueron golpeados y abusados hasta la muerte, pero todos
seguían a rajatabla la filosofía de la no violencia.
Luego de varios años de lucha, el conflicto
empeoró y el ejército británico atacó con armas de fuego a los ciudadanos.
Mahatma continuó diciéndoles a sus seguidores que no recurrieran a la
violencia. Él sabía que la paz era la única respuesta.
Más de trescientas personas fueron
asesinadas. Las muertes y las huelgas continuaron durante un largo tiempo. En
los años ’20 Mahatma escribió su autobiografía, donde reflexionó acerca de su
búsqueda de la paz social y se dio cuenta de que las negociaciones con
Inglaterra no lo llevarían a buen puerto.
La independencia era la clave para
encontrar la tan deseada paz.
Luego de que Inglaterra declarara ilegal la
venta de sal para todos excepto los miembros del gobierno británico, Mahatma
organizó la Marcha de la Sal, una caminata que abarcó 125 km. El destino final
era el mar Arábigo.
La travesía tardó veinticuatro días. Miles
de seguidores se le sumaron en el camino y cuando llegaron al mar, Mahatma tomó
un puñado de sal de la costa y lo elevó en señal de su irreverencia a las leyes
y al gobierno.
Alrededor de 100 000 indios fueron privados
de su libertad por seguir su ejemplo, pero la ley fue revocada.
A pesar de haber alcanzado cierto estatus
social y tanta influencia, él continuó dirigiendo su vida a través de la
austeridad y la simpleza. Trató de abolir las diferencias de género y de clase
social y viajó por todas las ciudades de la India para comunicar su misión.
El 30 de enero de 1948, un radical de
ultraderecha indio lo asesinó cuando él se dirigía a rezar. Mahatma tenía setenta
y ocho años.
Él fue un ejemplo de que el camino fácil no
siempre es el único ni el correcto. Todo es cuestión de conservar la esperanza
y de no resignar los ideales.
Gracias por todo, Mahatma.