vil y deliberante/
y sus rodillas,
pérfidos engranajes que ensamblan las columnas de su ser desproporcionado y pusilánime,
se verán oxidadas ante la mirada del conocido y del ajeno,
y no quedará oportunidad próxima para una posible redención.
La vocación del alma transmutada,
perdida en el ego y la sed de supremacía/
de soberanía ciega y sorda/
de irreverencia oscura y profunda/
y cada vez más evidente/
y cada vez más desvergonzada.
La estructura rebelde y descuidada,
imprudente,
tendrá que ser perdonada/
cuando la emoción desborda el raciocinio
se pierde/
se desvanece como la luz casi eclipsada de las estrellas, cuando es amenazada por la negrura furiosa/
tan real como inverosimil/
tan humana e indolente/
como ella.
Como muchos de los que embanderan en sangre presunta la virtud y la palabra.
No nos matarán.
No lograrán acallar nuestras voces,
pues ya en gritos se han convertido/
y la rebelión será,
de manera final y definitiva,
la más victoriosa revolución.
Charles A. Dylon
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