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Tuesday, 20 August 2013

El equinoccio de las palabras tuertas

Desdibujadas de la rutina
un alma que destruye la razón pura
y la practicidad de la mayéutica desnuda
despojada del ego
y del resultado.
Imprudente,
lógica,
y a la vez verosimil;
trastocada por la rutina,
la virtud despierta que abraza al infinito
que se desdobla y se bifurca
se tienta
se pierde
y se aleja del ser
sin siquiera despedirse.
En voz alterada
y alterante,
el equinoccio de las palabras tuertas
se asienta,
se establece y reverbera;
contempla
a través de la translúcida creación
la versatilidad del ser;
la mosca se detuvo sobre ella
y refutó la hipótesis,
la volvió nula e irrisoria;
destruyó cualquier intento
de siquiera considerarla alternativa
o debatible.
No logró,
ni logrará,
sin embargo,
embarazar la desesperanza del intelecto
de un destino pautado
que arde en los casquetes de los caballos
que esperan ansiosos
abrir su alma a los prados del mundo.
Certeros y definitivos. 

Saturday, 22 June 2013

Vibraciones del alma taciturna



Pensar con el corazón
y oírlo llorar en mis oídos
escuchar sus gritos
y percibir las vibraciones de su alma
que brama y suplica
que anhela la pasión de libertad
y del reconocimiento del deseo
que ve las alas desplumarse
a través de la ventana
y se pregunta,
ya incrédulo
de la respuesta acertada,
si algún día emprenderá el vuelo
y se llevará consigo
todos los vestigios del alma quebrada.

Charles A. Dylon

Sunday, 9 June 2013

cambiar el mundo

Escena extraída de "Alizane - El Caballero Enmascarado". Obra de mi autoría. Que la disfruten!
 
 


       Milo visitó a Anita esa noche. La encontró muy desalentada. Su rostro estaba cubierto en lágrimas. Al verlo, ella se levantó de un salto y corrió para abrazarlo con todas sus fuerzas. Su amistad era lo que más necesitaba en esos momentos.
       —¿Por qué estás tan triste? —preguntó él.
       —Por todo lo que está ocurriendo —dijo Anita.
       Ambos se sentaron en la cama. El viento soplaba muy frío más allá de la ventana, y las brisas que filtraban, irreverentes, enfriaban la habitación. Milo no supo qué contestar inmediatamente.
       Sí, todo parece ser muy complicado, ¿no lo crees?
       Ella asintió.
       ¿Sabes qué es lo que más me molesta de todo?
       ¿Qué?
       El Caballero Enmascarado parece arrebatar la esperanza de todos musitó Anita mientras la angustia le oprimía cada músculo del cuello. Es como si intentara destruir todo lo que es bueno y positivo en el mundo.
       Bueno, él es un ser perverso razonó Milo. Imagino que ese es su deber.
       Ella le dio un golpe en el hombro. Luego se arrepintió y le acarició el rostro.
       ¿Por qué la gente elige ser mala? soltó Anita.
       Milo tragó saliva. Tampoco estaba muy seguro de cómo debía responder a esa pregunta.
       Pues, no creo que la maldad sea una elección. Algunas personas simplemente son como son.
       La mirada de Milo era tan sincera como siempre. Sus ojos marrones transmitían una cadencia confiable y serena, que por momentos se volvía nerviosa.
       Tal vez tengas razón murmuró Anita, para nada convencida, y luego esbozó una amplia sonrisa. ¡Ya sé cuál será mi segundo deseo!
       Milo unió las manos sobre el regazo, ansioso.
       ¿Cuál es tu deseo, Anita?
       Quiero que el mal deje de existir en el mundo. ¡Quiero que todos sean buenos y felices! exclamó, fascinada.
       El brillo se desvaneció de los ojos de Milo, como empujado por una corriente de aire espeso y oscuro, cargado de tristeza y desesperanza. La impotencia lo obligó a torcer la espalda. Podía sentir su peso en cada vértebra.
       No creo ser capaz de hacer eso, Anita… No tengo el poder suficiente para cambiar al mundo.
       ¡Por supuesto que sí! Los grandes cambios comienzan por los esfuerzos más pequeños, ¿no lo crees, Milo?
       Él sonrió.
       Tienes razón respondió.
       ¿Concederás mi deseo, entonces?
       Mientras le sostenía la mano, cálida y amablemente, Milo Wilkinson susurró:
       Haría lo que fuera por la persona que cambió mi mundo.

Wednesday, 5 June 2013

Remembranza

Circunstancia fortuita,
enamoramiento de la idea,
del ser
temporal y fugitivo.
Del momento.
La pasión irrefrenable
que provoca y encadena,
desnuda
y reviste de cordura incinerada
a las mentes de ajena comprensión.
Lo que supiera ser
el imperativo de la redención,
se volvería verosímil,
y palpable,
perceptible ante los ojos impunes,
irreverentes de la juventud innata,
casi indestructible.
Vería arder
en llama roja
fuerte e irrefrenable
el más ferviente amor de todos
jamás contado en los anales de la historia,
y lo vería extinguirse
y lo sentiría llorar
y guardaría sus cenizas
como el más admirable recuerdo,
tesoro de las épocas doradas
de un alma nacida en pena
que busca
desesperada
liberación.
 
Charles A. Dylon

Friday, 31 May 2013

Sonriente criminal

Perjudicaste mi inconciencia tardía.
Predijiste
el imponderable
de mil voces
que supieron callar a tiempo.
Abrazaste los demonios
de mi inocencia.
Desvirtuaste la paciencia
de las circunstancias
con testarudez innata,
aberrante.
Conjugaste, tontamente,
la sedimentación de los recuerdos,
ajenos y propios.
De un beso que jamás fue
O que sí
fuera
demás.
Supiste,
siempre,
que al desnudar mis ojos
a la luz de la realidad
tergiversarías la omnipotencia del ser.
Mí ser.
Que ya no es mío.
Ni de nadie.
Ni siquiera tuyo.
Tampoco de la ignominia
o del inconsciente colectivo.
Infame.
Desvirtuado.
Tu afecto por la perpetuidad
del ácido infortunio
siempre tuvo la habilidad
de multiplicar
el incierto destino
de mis más apáticas neuronas.
Hacerlas despertar.
Ponerlas de cabeza
ante la contemplación del alma.
La emancipación de la muerte.
Libertad estúpida.
Real e imprecisa.
Pero constante.
Y siempre permanente.
¿Te arrepentirás
algún día
de ser el lazarillo más inoportuno
que las musas del destino se atrevieran
a enraizarme en el alma?
Atravesándome cada vez
que las pupilas de tu corazón
se depositan en mí,
sonriente criminal.
Existencia superflua
de un sinnúmero de mentiras.
Que son mis verdades,
y te vuelven vital,
innegable y atroz.
Como la necesidad de inspirar vida
cada vez que abro la boca.
Como el beso de aquella tierna
y adormecida mañana
en los otoños del recuerdo.
Pero aunque intente abandonar tu atracción

que me llorarás
la vida
en un verso imprudente.
Que reencarnarás
las gargantas
de mil dramas
y procurarás encadenarme
a la sublime y putrefacta
rendición de amarte.
Son tus lágrimas
la caricia más triste
y simplemente adorable
que descuartizaron mi voluntad
antes de siquiera
poder defenderme.
Te admiro,
sonriente criminal.
Tanto hoy como el primer día,
cuando empecé a amarte
y, por siempre,
a detestarte.

Charles A. Dylon

Wednesday, 8 May 2013

En el eje de la corrupción permitida

Que la verán desmoronarse ante el fuego impiadoso del escrutinio,
vil y deliberante/
y sus rodillas,
pérfidos engranajes que ensamblan las columnas de su ser desproporcionado y pusilánime,
se verán oxidadas ante la mirada del conocido y del ajeno,
y no quedará oportunidad próxima para una posible redención.
La vocación del alma transmutada,
perdida en el ego y la sed de supremacía/
de soberanía ciega y sorda/
de irreverencia oscura y profunda/
y cada vez más evidente/
y cada vez más desvergonzada.
La estructura rebelde y descuidada,
imprudente,
tendrá que ser perdonada/
cuando la emoción desborda el raciocinio
se pierde/
se desvanece como la luz casi eclipsada de las estrellas, cuando es amenazada por la negrura furiosa/
tan real como inverosimil/
tan humana e indolente/
como ella.
Como muchos de los que embanderan en sangre presunta la virtud y la palabra.
No nos matarán.
No lograrán acallar nuestras voces,
pues ya en gritos se han convertido/
y la rebelión será,
de manera final y definitiva,
la más victoriosa revolución.

Charles A. Dylon

Sunday, 5 May 2013

Anhelo de libertad

Cuando los cuarteles del alma se ven obligados a sucumbir ante la anarquía del ser,
no queda más respuesta que el ocaso del reino tirano/
que la soberanía de la voluntad reprimida de aquellos que no tienen nombre/
o no tenían/
o siempre fue ignorado.
Es como alzar en brazos la cercanía suprema/
y reprimir el desencanto/
y respirar hondo/
cálido y penetrante.
Como despojar el espíritu corrosivo de la desigualdad innata,
que fagosita el ímpetu/
que lo invalida/
y nos vuelve seres de otro mundo/
de ese que añoramos con cada fibra de nuestro ser.
El anhelo de la plenitud/
tan universal como desproporcionada.
Tan indispensable.
Y la brisa fue intensa/
y breve/
y constante.

Charles A. Dylon

Thursday, 2 May 2013

Nido vacío

Sus alas, que solían desplegarse ante ojos cálidos/
conocidos/
a veces toscos/
siempre eclécticos,
son hoy caricias de lo ajeno/
que tras de si solo el silencio han dejado/
y la quietud del alma.
Las veré regresar/
un seguro tal vez/
que desborda esperanza/
que sonríe/
que respira.

Charles A. Dylon

Sinfonía a destiempo

Y las voces que de vez en cuando te desquician/
se comportan como musas al olvido/
y susurran/
y cantan/
se balancean en el sinfin de la inercia/
se postulan y triunfan/
y el caos pierde una vez más.
Oda a la existencia absoluta/
sinfonía interpretada a piano con sonidos de viento/
con túneles y luces/
y presencias/
y anhelos.

Charles A. Dylon

Wednesday, 1 May 2013

La digestión intelectual

Masticó falacias en la brevedad del pensamiento/
bifurcó conceptos a la luz del sol lúdico, irreal/
con los ojos bien abiertos ante el descubrimiento/
que la llevaría a la redención de la anomalía/
conquistó la gloria y la fe/
la virtud de la falacia, que se vuelve verosimil
cuando la luz también se refleja
sobre el cuerpo postergado


Charles A. Dylon

Monday, 29 April 2013

De mi confianza hacia ti

De mi confianza hacia ti.

Acariciada por tu viento/
creatividad oxidada de una pluma gris/
en los cielos amamantados por el ocaso de la tormenta/
la ignominia/
la desazón/
y socabar las vertientes de tu intento tal vez infame.
Quien la perdiera en un suspiro no volverá a recuperarla/

¿quizás?
Elementos dependientes del coraje/
independientes de la cobardía/
la dependencia independiente del concepto/
la conciencia sublime que susurra entre líneas/
y el susurro que sublima la conciencia.
La intensionalidad del nomadismo prematuro, o tardío/
vislumbre de la nostalgia de un evento forzado, no aún acontecido/
disconformidad prematura, hija del miedo/
putativa de la soledad/
encarnada y latiente/
y latente.
¿Perjudicar el destino por la autoindulgencia?/
¿perseverar la desgracia?
Un desencuentro de decisiones ajenas y propias/
voz en cuello de mi confianza hacia ti.
Quien la perdiera en un gemido, no volverá a recuperarla/
¿quizás?

Taxatividad fluctuante/
entelequia de la severidad certera/
y por los viejos recuerdos del alma/
declaración de una premisa necesaria:
aquel que le diera la espalda al presente
por embanderar la curiosidad casi perversa,
que defina sus prioridades antes del ocaso,
pues la pluma se arremolina en el viento/
y se pierde en la negrura diurna/
del cielo maltratado por el acero.
Y es efímera/
y se está alejando.


Charles A. Dylon

Sunday, 28 April 2013

Si dulcemente

Hoy estoy aquí para presentarles una poesía de Juan Gelman. Para aquellos que no lo conocen, Gelman es un poeta argentino nacido en Buenos Aires en 1930. De decendencia rusa, se inició en la poesía desde muy temprana edad. Más adelante en su vida, abandonó su carrera de Química para dedicarse de lleno a las letras. Durante la dictadura militar argentina, en 1976, vivió en el exilio en México, donde fijó residencia de forma definitiva.
        De su obra poética se destacan las publicaciones «Violín y otras cuestiones» (1956), «En el juego en que andamos» (1959), «Gotán» (1962) y «Salarios del impío» (1993), entre otras.

Si Dulcemente

si dulcemente por tu cabeza pasaban las olas
del que se tiró al mar/ ¿qué pasa con los hermanitos
que entierraron?/¿hojitas les crecen de los dedos?/¿arbolitos/
     [otoños
que los deshojan como mudos?/en silencio

los hermanitos hablan de la vez
que estuvieron a dostres dedos de la muerte/sonrien
recordando/aquel alivio sienten todavía
como si no hubieran morido/como si

paco brillara y rodolfo mirase
toda la olvidadera que solía arrastrar
colgándole del hombro/o haroldo hurgando su amargura
     [(siempre)
sacase el as de espadas/puso su boca contra el viento/

aspiró vida/vidas/con sus ojos miró la terrible/
pero ahora están hablando de cuando
operaron con suerte/nadie mató/nadie fue muerto/el enemigo
fue burlado y un poco de la humillación general

se rescató/con corajes/con sueños/tendidos
en todo eso los compañeros/mudos/
deshuesándose en la noche de enero/
quietos por fin/solísimos/ sin besos 



de "Si dulcemente", 1980

Friday, 5 April 2013

Los recuerdos se retiran



Alizane contemplaba el paisaje que se extendía más allá de sus ojos a través de la ventana de su habitación. El viento desprendía las débiles hojas marchitas que todavía se aferraban, insistentes, a los árboles. Lo único que perturbaba la tranquilidad del momento era el estridente sonido de aquel aparato electrónico que Haru había encendido hacía ya más de una hora. Daba la impresión de que estaba muy entretenida; sentada en su cama, y en enérgica actitud de combate, sus pulgares se movían sobre los botones a gran velocidad. De tanto en tanto, sacaba la lengua y fruncía el ceño, mientras todo su cuerpo se contorsionaba en divertidas posturas.
—¡Sí! —exclamó, victoriosa, y elevó un puño al aire—. ¡Sabía que lo conseguiría! ¡Sí!... ¡No! ¡No, no! ¡Noooooooooo! —lamentó y cayó de rodillas al suelo.
Alizane, entre el susto y el desconcierto, dio media vuelta y la observó sin decir una palabra. La joven smerphyn se había arrojado a los pies de la cama, con un cable en la mano. Había conectado un extremo a su iPhone blanco perlado y con el otro buscaba un enchufe en la pared. De repente se dio cuenta de que en Gerumman no existía ese tipo de comodidades. Tratando de no caer en pánico, dijo:
—¿Puedo pedirte otro favor?
Alizane entornó la mirada con cierto fatidio.
—Ya me pediste que le lanzara ese hechizo anticongelante a esa cosa electrónica —suspiró.
—Se llama iPhone —rectificó la otra.
—¡Como sea! —resopló Alizane—. Me tomó tres días tratar de entender ese hechizo, hasta que por fin lo conseguí.
Haru asintió a cada palabra con una sonrisa amplia y satisfecha. Tenía el iPhone aferrado contra su pecho.
—Lo sé, y por eso te debo la vida. ¡No sabes cuántos meses esperé para poder usar este teléfono! Pero ahora necesito tu ayuda una vez más.
—¿Qué pasa? —se resignó Alizane. Sabía que Haru se terminaría saliendo con la suya, por más que ella se negara.
—Alizane, ¡no encuentro el enchufe!
—¿El en-qué? —objetó esta, desorientada.
—¡Gggrrr! —rezongó Haru y corrió a la otra esquina de la habitación, pero no encontró lo que estaba buscando—. ¡No puede ser cierto! ¡Me niego a creerlo! ¿Qué voy a hacer ahora, Alizane? ¡Mi iPhone ha muerto!
—¿Te refieres a esa pantalla blanca?
—¡Sí! Estaba a punto de concluir el tercer nivel de Dinoman justo cuando la batería se ha agotado. Había acabado con todos los Dino-zombis de la Fábrica Abandonada. ¿Sabes todo el tiempo y el esfuerzo que me ha costado?
—Unas dos horas y, por lo que veo, bastante energía —sugirió.
—No te pases de lista conmigo, niña.
Entonces, una idea surgió en su mente. Se abalanzó sobre su maleta y comenzó a arrojar todo lo que encontraba dentro. Sostenes, medias, faldas y camisas volaron por el aire, a medida que su desesperación crecía.
—¿Qué estás buscando? —preguntó Alizane.
—¡Baterías cargadas! —respondió la otra, sin paciencia y muy concentrada en lo que hacía—. Tiene que haber alguna por aquí… ¡Por favor, dime que todavía me queda una!
Alizane giró el rostro hacia la derecha, y luego hacia la izquierda. No había nadie más en la habitación y, aun así, dudaba mucho de que se estuviese dirigiendo a ella. Haru no era de esas personas que hablan consigo mismas, así que comenzó a darse cuenta de estaba perdiendo la razón.
—¿Qué es una batería? —quiso saber, confundida.
—¡No tengo tiempo para estas cosas, Alizane! ¡Necesito encontrar una batería! —gritó Haru, rabiosa, hasta que por fin halló lo que estaba buscando, en lo más profundo de su vieja maleta.
Se trataba de un pequeño rectángulo de plástico negro con algunas inscripciones en letra ilegible y símbolos que Alizane desconocía. Haru tomó el artefacto blanco con el que había estado jugando, retiró la tapa posterior y reemplazó la batería. Lo encendió de nuevo, pero no funcionó. Se puso de pie y, a medida que la resignación se apoderaba de su ser, la smerphyn se dejó caer de rodillas al suelo, con su teléfono móvil entre las manos.
—Haru, ¿estás llorando? —sonrió Alizane, incrédula.
—¡Por supuesto que sí! —vociferó Haru y se frotó los ojos con rapidez. Luego se sentó en la cama y se cruzó de piernas, como una niña caprichosa—. ¡Ya nada tiene sentido! ¡Nada! ¿Qué haré ahora? ¡Terminaré por volverme loca en este mundo sin videojuegos! ¡Loca como tú! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!
—¡Deja de lloriquear! —regañó Alizane, irritada—. Estoy segura de que existe alguna alternativa mágica para recargar la energía de tus baterías. —Comenzó a revisar unos libros de hechizos que había sobre el escritorio.
Haru ahogó un grito de alegría, y corrió junto a Alizane. Tomó uno de los libros más grandes y lo abrió por la mitad. Fingió concentración; un segundo después clavó el dedo índice en la página derecha y exclamó:
—¡Este! ¡Este hechizo funcionará!
Alizane detuvo la búsqueda. La miró a los ojos, aunque Haru no apartaba la vista del libro, y luego estiró el cuello para leer.
—Costillas de cerdo acarameladas. ¡Cómo hacerlas extra-crujientes! —enfatizó la joven—. Haru, este es un libro de cocina.
—¡Ya lo sé! ¡Tengo hambre! Podrías cocinar algo mientras encuentras el hechizo que estoy buscando.
Alizane no pudo hacer otra cosa más que soltar una carcajada.
—Eh… eso no va a ocurrir, querida.
Ofendida, Haru se cruzó de brazos y la miró con ojos fulminantes.
—Puedes ser muy egoísta cuando te lo propones, ¿lo sabías?
Alizane le hizo caso omiso y continuó hojeando, mientras Haru trataba a toda costa de encender de nuevo su teléfono. Tras cinco intentos, desistió.
—Voy a buscar algo de beber, ¿quieres algo? —preguntó, y se encaminó hacia la puerta.
—No, gracias. Estoy bien.
—Como quieras. —Haru giró el pomo de la puerta, dispuesta a salir.
Sin embargo, se detuvo tras poner un pie fuera, y retrocedió. Cerró la puerta, y se sentó en la cama. Alizane la observó en silencio, y preguntó:
—¿Qué ocurre? Creí que salías a buscar algo de beber.
—Sí, cambié de idea. No tengo ganas de cruzarme con Linda Mitgleed. Desde que la señora Nibblet y Lucy se fueron de viaje, esta casa se ha convertido en un martirio interminable.
—Es verdad —suspiró Alizane, y dio media vuelta para reposar sobre el escritorio—. Ya han pasado cuatro días y todavía no han regresado. ¿Me pregunto qué las demora tanto?
Con un signo de interrogación en el rostro, y los hombros ligeramente alzados, Haru dijo:
—No tengo ni idea de por qué se fueron en primer lugar.
—Solo dijeron que era importante. ¿Crees que tendrá que ver con el maestro Zollmore?
—Tal vez —respondió Haru—. ¿Quién puede saberlo? ¡Yo solo quiero jugar a Dinomaaaaaaaaaannnnn! ¡Tu-tu-ru-ru-ru! ¡Tu-ru-ru-ru-ru! ¡Tu-tu-tu! ¡Ru-ru! ¡Tu-tu! ¡Tu-ru-ru!¡Bam-bam-bam-bam! ¡DINOMAAAAAAAAAAANNNNNNNNNN!
—Te has vuelto loca —se rió Alizane, sonrojada.
—Hablando de locuras —dijo Haru, y adoptó una inusual postura de seriedad—. ¿Lograste averiguar algo acerca de ese tal Ly?
Alizane, desalentada, negó en silencio.
—Nada —respondió—. Revisé todos los libros de la biblioteca, pero no existe ni el más mínimo detalle acerca de algo o alguien bajo el nombre de Ly.
—Tal vez ese estúpido dlousen nos mintió para salir del paso.
—Es posible… No puedes confiar en un demonio, después de todo.
Entonces algo distrajo la atención de Alizane. Al otro lado de la ventana, tenía lugar un evento extrañísimo. Confundida al principio, en actitud de sospecha luego, cerró el libro de golpe y se apartó del escritorio. Descorrió las cortinas y alzó la cabeza para tener una visión más clara de lo que estaba ocurriendo.
—¿Ya encontraste el hechizo? —preguntó Haru.
—Haru, tienes que ver esto —dijo con voz petrificada.
La smerphyn saltó de la cama y sin mucho ánimo caminó hacia ella. Apoyó sus manos enguantadas y los cristales de la ventana se cubrieron de escarcha, congelados.
—¿Qué demonios significa esto? —preguntó Alizane, al ver como miles de recuerdos se reunían en lo más alto del cielo y marchaban hacia el sur.
Todos tenían sus brazos fantasmagóricos extendidos y cargaban sus guadañas con orgullo y responsabilidad. Las jóvenes se miraron entre sí, atónitas. Entonces Alizane tuvo un presentimiento. Salió corriendo de la habitación a toda prisa. Haru, desorientada, la siguió. Alizane aceleró hacia la puerta principal y la abrió justo a tiempo para ver como  Vormund, el recuerdo que la había acompañado desde que había dejado la Aldea, desplegaba su guadaña y se elevaba en el aire para reunirse con los demás. Todos los habitantes de Parque Leamond estaban reunidos en la calle y mantenían un nervioso silencio.
—Fueron convocados por los voceros del Templo Nomure —dijo una voz detrás de Alizane y la llamó al sobresalto.
Se dio la vuelta. Era Betty Verkraft, quien, con expresión de pesar y angustia, mantenía la firme mirada de sus ojos negros puesta en los recuerdos que se marchaban para cumplir con su misión.
—¿Los voceros? —chistó Alizane—. ¿Acaso ha ocurrido algo con la princesa Liz?
Betty negó en rotundo con la cabeza. Estaba de brazos cruzados. Alizane nunca la había visto tan resignada.
—Se trata de Daron —dijo—. Los voceros creen que ellos podrán encontrarlos.
Haru frunció las cejas, suspicaz.
—¿Por qué ahora? ¿Por qué los recuerdos y no otras criaturas?
—No lo sé —soltó Betty—. A mí también me parece muy extraño.
Alizane desvió la mirada al cielo. Estaba cubierto en su casi totalidad por las negras y vaporosas túnicas de los recuerdos. Ocultaban el fulgor del sol, hasta el punto de que en algunos instantes parecía de noche. Luego observó a la gente. Vio sus expresiones, sus actitudes. Muchos se abrazaban con miedo, otros se llevaban las manos al rostro con terror y unos cuantos lloraban por lo bajo.
—¿Qué ocurrirá con los habitantes de Gerumman? —preguntó Alizane—. Los recuerdos les brindaban sosiego, pero ahora todos estaremos expuestos.
—Me temo que tienes razón, querida —soltó Betty con los ojos vidriosos.
—Nada de esto tiene sentido —finalizó Alizane—. Es una locura.

Tuesday, 5 February 2013

Burda/Perfecta





… E intenté serlo todo, pero tan poco conseguí.
Deseé miles de vidas y me abandoné.

Aunque tantos fueron felices a través de mis esfuerzos.
Mi vida…
el espejo de sus fracasos.
Mis sueños…
que se fueron de mí.

Todo lo fui
y fui nada.
¿Quién sabe si
en verdad existo?
Quizás jamás


…viviré…


…Me alegró haberlas conocido.
Aunque sólo hayas visto a una persona perfecta,
dejame decirte que nada es cierto, por más
que todo lo sea;
mis lamentos,
mis errores.

Mi vida burda…

Pero perfecta.
…Eso es lo que todos querían de mí.


¿Han visto mi felicidad?
La busqué durante años…
Insiste en desaparecer.


…busqué…


Dejé de hacerlo hace ya tanto tiempo.


¿Para qué ser feliz mientras todos lo eran?
No era necesario.
¿Para qué vivir si los demás vivían?

Quizás…

lo necesitaba.


Y fueron ustedes quien me hizo despertar.
Y su amor me apartó de la pesadilla.

¡Pobre niña! ¡Espejo del mundo!
…Y tan vacía de sueños propios.



Despertar,
para decirles… ¡es hora de darse cuenta!

No abandonen su identidad.
No distorsionen su alma.
Jamás piensen en ser perfectas…
Sólo serán

Burdas

…y tristes.


Despertar y darme cuenta:


Mi más profundo anhelo.
Mi gran deseo,
mi vida…

Que fue burda… y perfecta…



Burda
Perfecta

Burda
Perfecta

Burda…








¿Imperfecta?

…Feliz.

Tuesday, 1 January 2013

Sin almanaque



Comencé el año sin haber comprado o hecho un almanaque. Desayuné papas fritas y escribí una canción con una excelente amiga. ¿Hay una mejor manera de comenzar? ¿Qué podría hacer?
¿Hacer un balance a modo de corolario?


¿Resumir 366 días en un texto predecible y sentimentalista? Año biciesto, sí. Por si alguno llegó a olvidar el detalle.

¿Crear resoluciones?
Quizás, ¿por qué no? Esa última parece ser una buena idea, o cuando menos adecuada. ¿Original? Difícilmente. ¿Necesaria? Tal vez.
Veamos...


Tratar de ser un poco más feliz, menos mediocre. Intentar relajarme y abandonar el estres innecesario, la ansiedad hacia la incertidumbre, hacia esa gran incógnita que es el futuro. No pretender saber cada paso que daré. Vivir abiertamente, y no prestarle tanta atención a las premoniciones, viejas amigas que siempre me han acompañado... Ponerle un poco más de color y alegría a mi vida, en todos los aspectos. Sublimarme a la irreverente sobriedad y el enclaustramiento de la jovialidad no parece ser una de las mejores ideas. Nunca lo fue en realidad, pero por primera vez me permito darme cuanta de que es así. Ser menos premeditado, menos pensativo, bajar la guardia y disfrutar más. Aunque suene absurdo y perezoso, esforzarme un poco menos. Dar todo de mí sin morir en el intento, mejor dicho. No dispersar la energía, sino concentrarla. Y perder, definitivamente, el temor a decir que no.

A media hora de que termine el primer día del año, podría continuar pensando en reglas y estructuras, consejos y advertencias a mi conciencia. Tratar de, en un breve párrafo, maximizar las oportunidades de éxito de los próximos 364. No estoy contando el presente. Está por terminar. ¿Tendría sentido hacerlo? ¿Contar y resumir? ¿No sería esa una forma de establecer como epílogo del año aquel texto predecible, sentimentalista? ¿Aquel balance innecesario?

La máquina terminó de lavar la ropa. Me voy a continuar la vida.

Hasta pronto.