Fue un hombre de fe.
Nació el 15 de agosto de 1872 en Calcuta,
se crió en Inglaterra y estudió en Cambridge hasta obtener el título que le
permitiría entrar en el servicio civil indio, pero al negarse a rendir el examen
de equitación, no fue aceptado.
En la India, trabajó para el principado de
Baroda y como profesor de francés e inglés. Durante ésta época, se involucró en
la actualidad social y política del país. Así fundó el diario Bande Mataram. En ese diario difundía
sus ideales nacionalistas luego de la división de Bengala en 1905 y los cinco
años de caos que la siguieron. Aurobindo fue privado de su libertad en 1908 en
una prisión de Calcuta.
Luego de ser liberado, fundó los semanarios
Karmayogin —publicación en inglés— y Dharma —en bengalí— y continuó
involucrado en la política. La policía todavía lo tenía en la mira y atentaron
contra su libertad.
Para que no volvieran a meterlo preso,
escapó a un pequeño pueblo cerca de Calcuta y según cuenta en sus historias,
una fuerza más elevada se comunicó con él para indicarle que debía trasladarse
a Pondicherry. Llegó allí a mediados de 1910.
A partir de ese momento, su vida cambió por
completo. Dedicó cuatro años a practicar yoga en absoluto silencio y en 1914,
fundó la revista filosófica mensual llamada Arya.
Allí expresaba su opinión acerca de la humanidad, el destino y la historia.
Quería guiar a la gente hacia la iluminación, la armonía y la plenitud
espiritual en contacto con la naturaleza y la evolución.
Aurobindo planteó que la divinidad está al
alcance de todos, que está en todo y en todos y que cada uno de nosotros tiene
la habilidad de acceder a ella. Desarrolló el concepto de «Supermente», el
poder cósmico universal que pone en marcha a la humanidad y que la conduce de
su estado innato de ignorancia hacia la luz del conocimiento y una consciencia
más elevada.
Aurobindo avanzó sin miedo entre las llamas
de la incomprensión y defendió su vida a través de la iluminación espiritual.
Su fiel colaboradora, conocida como La
Madre, continuó impartiendo sus enseñanzas luego de la muerte del maestro.
Gracias por
todo, Aurobindo.