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Saturday, 1 August 2015

La vida de Richi Chanel - Capítulo 10

Sin ánimos a exagerar, mi madre, María Inocencia, es probablemente la mujer más pudorosa y naif que conozca. Recuerdo que supo decirnos—a mí y a mis hermanos, eso es— durante varios años cosas como «hay tantas historias en mi lado de la familia que ustedes jamás creerían que son reales, pero que sucedieron». Mi respuesta siempre fue, «¡contanos!». Para mi tristeza, ella siempre respondía que todavía no estábamos listos para escucharlas.
Eso fue hasta que, de repente y sin más miramientos, un día nos juntó a mí y a mis tres hermanos. Ya todos teníamos más de veinte. Ella estaba muy nerviosa y, a mis ojos, se sentía como si estuviese por confesar la más bajas pasiones del lado materno de mi familia… Y ni siquiera me había dado tiempo de preparar pochoclo. ¡Injusticia sin nombre!
Entonces, con un nudo en la garganta y los ojos desorbitados por el horror, nos dijo:
—Hace muchísimos años, su tío Daniel, el mayor de mis hermanos, se fue para los Estados Unidos detrás de una mujer. Como la relación no funcionó, se volvió para Perú. Además, sus tías Elena y Roberta llevan desde hace añares una disputa que no sé cuándo comenzó, pero al día de hoy no se dirigen la palabra. ¿A ustedes les parece? ¡Gente ya grande!
Mi decepción fue tan grande que me dieron ganas de levantarme y retirarme de la sala sin mirar atrás. Lo único que me reconfortó fue no haberme tomado el trabajo de hacer pochoclo para aquel espectáculo, que resultó ser bochornoso y muy falto de dramatismo.
Quizás soy demasiado exigente, pero yo me esperaba algo más jugoso. Algo como que mi tío Daniel mató a su amante, usó el cadáver como transporte de drogas a los Estados Unidos y después volvió a Perú sin que la DEA se diera cuenta. O algo como que mi tía Elena le robó el marido a mi tía Roberta. ¡No sé! Algo más sustancioso que mereciera la pena aquella reunión familiar.
Yo, a mis no tan tiernos diecisiete años, supe que tres de mis compañeros de clase consumían y vendían marihuana, dos de mis compañeras, que también consumían, eran además alcohólicas y quedaron embarazadas. Y, por supuesto, a ninguna de las dos les pareció que el embarazo fuera razón suficiente como para dejar de ponerse en pedo todos los días y falopearse hasta no saber dónde estaban paradas. Hoy en día son madres de cinco hijos, entre las dos son abuelas de siete nietos, y como ambas familias parecen ser alérgicas a los preservativos y a cualquier método existente de anticoncepción, Argentina se verá forzada a recibir a más de sus tan adorables retoños.
¡Esas son historias, mamá! ¡No un tío que se quiso hacer el Don Juan y le salió el tiro por la culata y dos tías que son más tercas que una cabra!

Vergüenza debería darte, María Inocencia… Mucha vergüenza…

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