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Monday, 13 August 2012

Así empezó todo...

Este es el comienzo de mi novela Alizane. Tiene un significado muy especial para mí, ya que lo escribí hace unos siete años aproximadamente. Desde ese momento, la historia experimentó varias metamorfosis. Cada una de ellas significó una etapa muy importante en mi vida. Espero que lo disfruten! :)

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Pudo respirarse un peculiar aroma a tragedia en el viciado aire de Kanhnamo aquella madrugada, antes de que todo concluyera. Los hombres estaban en guerra y el sordo ruido de las explosiones aturdía a los habitantes de ese mundo. Nadie estaba exento y él lo sabía. Debía tomar una decisión que marcaría su destino para siempre. Esa vez, la vida de su hija estaba en riesgo y no le quedaba otra opción.

– Debes ocultarte, Alizane. Así estarás a salvo –le dijo en susurros a su hija.

La casa estaba a oscuras y los cimientos se sacudían con cada estallido. El caos crecía a cada minuto y él ya no podía esperar más tiempo.

– ¡No me dejes! ¡No quiero estar sola! –sollozó la niña, aferrada a su regazo.

– No hay por qué temer, cariño. Todo terminará pronto. ¡Ya verás! Yo regresaré –aseguró mientras le acariciaba el rostro para limpiarlo de las lágrimas.

– Mamá dijo lo mismo antes de morir –susurró ella, con sus preciosos ojos color miel fijos en los de su padre.

– Lo sé, Alizane… –dijo él con un nudo en la garganta–. Esta vez será diferente. Prometo que regresaré cuando todo termine.

En ese momento metió la mano en el bolsillo, tomó un pequeño cofre de madera negra y se lo entregó. Ella lo abrió y vio un hermoso camafeo de plata que brillaba con la intermitente luz de las explosiones.

– Ese camafeo es uno de los tesoros más preciados de nuestro clan, Alizane –explicó–. Debes prometer que siempre lo llevarás contigo.

La niña sacudió la cabeza nerviosamente.

– ¡No quiero que te vayas! –gritó, luego.

– Tengo que hacerlo, cariño. Tom y Violeta D’Mildius vendrán por ti. Tienes que prometer que no te moverás de aquí.

– Lo prometo –asintió ella.

Un feroz estruendo los ensordeció. Él la abrazó con fuerza hasta que dejara de llorar. Luego, la portezuela del sótano se cerró y Alizane, aferrada a su camafeo de plata, escuchó los pasos de su padre, que se alejaron de la casa hasta perderse por completo entre las explosiones y los gritos. La niña cerró los ojos e intentó conservar la calma. Pronto irían a rescatarla. El temor la confundía y la agotaba, y no sabía cuánto más resistiría. De repente, una intensa y cálida luz lo cubrió todo. No pudo sentir ni el más mínimo de los ruidos durante un minuto. Los estallidos mermaron y las exclamaciones cesaron por completo cuando la luz desapareció... Todo volvió a quedar tan oscuro como antes. Alizane no se atrevió a salir del escondite. Le había prometido a su padre que permanecería oculta. La casa estaba sumida en un profundo silencio. Sólo se oía su agitada respiración dentro de ese pequeño lugar. El aire comenzaba a faltarle y no lo resistió más; abrió la portezuela de una patada y cayó al piso, agitada. A su alrededor, todo estaba en ruinas. La polvareda cubría los escombros y era muy dificultoso caminar. Había un irrespirable olor en el ambiente; algo extraño había pasado pero no sabía qué con exactitud. Escuchó que alguien se acercaba y se ocultó entre los escombros.

– ¡Alizane! ¡Alizane, ¿estás aquí?! –exclamó la sollozante voz de una dulce anciana.

– ¡Somos nosotros, cariño! –soltó el hombre que la acompañaba–. ¡Tom y Violeta D’Mildius, querida!

– ¡Sal de donde estés, Alizane! ¡Debemos irnos de aquí!

Ella sintió un gran alivio al escuchar sus voces. Los D’Mildius eran viejos amigos de Tellronin Inoueh, su padre. Con el pequeño cofre guardado en el bolsillo, la niña corrió a su encuentro. Aún se sentía asustada y muy nerviosa.

– ¿Dónde está mi padre?

– Él regresará pronto, querida.

– Volvamos a casa, Violeta. No podemos quedarnos aquí.

La mujer de rizado cabello blanco asintió en silencio. En la entrada de la casa los esperaba un carruaje tirado por caballos. Una vez que Violeta y Alizane se acomodaran, Tom D’Mildius tomó firmemente las riendas y en un abrir y cerrar de ojos dejaron Kanhnamo atrás. El pueblo entero había quedado destruido.

– ¿Podremos regresar algún día? –preguntó Alizane mientras se acurrucaba entre gruesos edredones.

– No lo sé, cariño... Eso espero –musitó Violeta, con la vista perdida en el devastado horizonte.

Desde el momento en que La Batalla Kanhnamo terminara, Tellronin Inoueh fue recordado en todo el mundo como El Guerrero Evanescente. Se hizo merecedor de ese título, ya que no se supo nada de él una vez concluida dicha batalla. Muchos fallecieron, algunos vivieron para contar la historia, pero él simplemente había desaparecido. Nadie sabía si estaba vivo o muerto ni qué había ocurrido con él. Los meses pasaron, al igual que los años y El Guerrero Evanescente se convirtió en toda una leyenda. Sin embargo, él no fue el único en ser recordado...


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