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Thursday, 31 December 2015

Personas que me inspiran: Alexander Fleming


Fue un hombre que le hizo caso a su intuición.
Nació el 6 de agosto de 1881 en Escocia y dedicó su vida a la medicina y a la ciencia. Elaboró vacunas y sueros en un hospital de Londres y se quedó sorprendido por la cantidad de muertes ocasionadas por infecciones. Así se despertó su interés por el descubrimiento de nuevos tratamientos para combatirlas.
Para ser médico, no era muy ordenado ni le prestaba demasiada atención a la limpieza. Eso lo llevó a hacer dos grandes descubrimientos que cambiaron el curso de la medicina para siempre.
Un día, estando muy enfermo, se encontraba trabajando en su laboratorio cuando estornudó sobre una placa de Petri que contenía un cultivo bacteriano. Al analizar la mucosidad, descubrió la existencia de la lisozima. Esa es una enzima cuya deficiencia aumentaba la probabilidad de infecciones en un paciente.
En septiembre de 1928, mientras trabajaba con otros cultivos de bacterias, notó que se había formado una mancha de moho en uno de ellos. Eso no le resultó muy extraño. Sin embargo, notó que ya no había bacterias alrededor de la mancha.
Entonces decidió analizar ese hongo, que luego logró identificar como «Penicillium notatum» y descubrió que producía una sustancia natural antibacteriana llamada penicilina. Ésta lograba la exitosa eliminación de bacterias como el estafilococo.
Hizo experimentos en conejos y comprobó que la penicilina parecía tener efectos positivos y a principios de 1929 presentó su descubrimiento al Diario Inglés de Patología Experimental. Sus colegas lo subestimaron y no le dieron la importancia que él estaba buscando.
No fue sino trece años después de su descubrimiento que la penicilina comenzó a ser producida en cantidades masivas en los Estados Unidos.
Alexander Fleming fue el responsable de un cambio de paradigma y del comienzo de la conocida «Era de los antibióticos».
Gracias a la casualidad y a su intuición, logró salvar la vida de millones de personas.
Y el día de hoy lo sigue haciendo.

Gracias por todo, Alexander.

Monday, 30 November 2015

Personas que me inspiran: Frida Kahlo


Fue una mujer con fuerza de voluntad.
Nació el 6 de julio de 1907 en México y se dedicó a la pintura, la escultura y la poesía. Pasión, arte, amor, excesos y sufrimiento marcaron su vida.
A la edad de seis años sufrió una fuerte poliomielitis que la dejó en cama durante nueve meses. Como consecuencia de esta enfermedad, tuvo que pasar por una serie de intervenciones quirúrgicas, la pierna derecha le quedó más delgada y con la movilidad normal entorpecida.
Su padre, a quien ella admiraba, la acompañó y le brindó todo su apoyo durante sus épocas más duras. Ella, sin embargo, comenzó a sentirse sola y a añorar afecto. La relación con su madre nunca fue buena. Frida no estaba dispuesta al conformismo. Ella quería tener una identidad propia y dejar una marca en el mundo. Era activa defensora del pensamiento comunista.
En 1922, se inscribió en la universidad para estudiar medicina. Allí conoció a quienes luego se convertirían en célebres artistas e intelectuales mexicanos. Así descubrió su pasión por el arte y también un talento oculto que se convertiría en el pilar que la llevaría a sobrellevar los peores momentos de su vida.
El 17 de septiembre de 1925, a la edad de dieciocho años, Frida fue víctima de un accidente de tránsito. El colectivo en el que viajaba chocó con un tranvía y un pasamanos de metal le atravesó el cuerpo de lado a lado. Terminó internada con el hombro izquierdo dislocado, dos costillas rotas, tres fracturas en la columna, tres en la pelvis, once en la pierna derecha y el pie derecho aplastado y dislocado. Pasó un mes en el hospital y la rehabilitación fue larga y dolorosa.
Se refugió en el arte para salir adelante. Comenzó a utilizarlo como una fuente para expresar su dolor y su agonía. Eso dotó su estilo de una identidad propia e incomparable. Pintaba acostada en la cama, inmovilizada por un corsé de yeso.
Así se olvidó de la escuela de medicina y dedicó su vida al arte.
A los veintiún años conoció a Diego Rivera. Él se convirtió en el amor más grande de su vida, pero también en aquel que más dolor y pena le provocaría.
Por aquel entonces Rivera era un muralista mexicano de fama internacional, apasionado del arte, de las mujeres y de su éxito. Frida se sintió inmediatamente atraída hacia él y no quería despegarse de su lado bajo ninguna circunstancia. Estaba dispuesta a darlo todo por aquel hombre y así lo hizo.
Por cuestiones laborales, la pareja vivió cuatro años en Estados Unidos. Frida quería volverse a México a toda costa, ya que se sentía fuera de lugar y nada en aquel país le gustaba. Él no estaba dispuesto a regresar, pero cambió de opinión cuando lo despidieron.
El reconocimiento internacional de Frida la llevó a codearse con grandes artistas como Picasso y a tener relaciones fuera del matrimonio con fotógrafos, mujeres y varios amantes. Rivera también la engañaba.
Los malestares físicos de Frida jamás la abandonaron. Al contrario, empeoraron con el correr de los años. Sufrió de gangrena, infecciones, más de treinta operaciones e incluso la amputación de la pierna derecha. Lo único que la mantuvo firme fue su amor al arte.
Ella es el claro ejemplo de que las circunstancias no son determinantes de nuestro destino. Ella fue la primera artista mexicana en aparecer en la cubierta de la revista Vogue.

Gracias por todo, Frida.

Saturday, 31 October 2015

Personas que me inspiran: Mahatma Gandhi



Fue un hombre que aprendió a tomar las decisiones correctas.
Nació el 2 de octubre de 1869 en la India bajo el nombre de Mohandas Karamchand. Fue abogado, pensador y político. «Mahatma» es un título honorífico que en sánscrito e hindi significa «alma grande».
En esa época, la India estaba bajo dominio inglés.
Sus padres eran religiosos y vegetarianos estrictos. Solían hacer huelgas de hambre para manifestar oposición no violenta.
Era muy inteligente, pero su rendimiento escolar dejó mucho que desear. Le costaba mucho aprender al ritmo de los demás y todos comenzaron a creer que su nivel intelectual no estaba a la altura de los otros.
Al cumplir los trece años se llevó a cabo su matrimonio arreglado —según las tradiciones indias— y Kasturba se convirtió en su esposa. Ella tenía la misma edad.
Comenzó a replantearse todo lo que había aprendido de sus padres y su curiosidad lo condujo a robar plata para comprar carne y cigarrillos. Incluso llegó a robarle oro a su propio hermano.
Arrepentido de sus actos, le confesó todo a su padre, quien lo recibió con los brazos abiertos y sin juzgarlo, lo escuchó con misericordia y compasión.
Su padre fue víctima de una enfermedad mortal cuando Mahatma tenía dieciséis años. Él se encargaba de cuidarlo. Tiempo después, su esposa sufrió un aborto natural.
Se apartó de su esposa durante varios años para viajar a Inglaterra, donde estudió Derecho y adoptó varias de las costumbres y comportamientos ingleses.
Al regresar a la India luego del fallecimiento de su madre, Mahatma vio nacer a su primer hijo y trató de impartir su profesión, pero no le resultó fácil.
Entonces lo pusieron a cargo de un caso en Sudáfrica que cambiaría el curso de su vida para siempre.
Durante el viaje en tren, sufrió discriminación y maltrato por ser indio. Los sudafricanos los consideraban inferiores. Así, se dio cuenta del gran problema que significaba la exclusión racial.
Se volvió dirigente para los reprimidos en Sudáfrica y comenzó la lucha por la igualdad y la independencia. Siguiendo el ejemplo de su familia, organizó manifestaciones pacíficas y descubrió que la protesta no violenta era la única manera de combatir la hostilidad y de llegar a un acuerdo. Veía en cada injusticia una posibilidad de negociación y no se dejaba amedrentar por amenazas intimidantes.
Mahatma estuvo preso varias veces y muchos de sus seguidores fueron golpeados y abusados hasta la muerte, pero todos seguían a rajatabla la filosofía de la no violencia.
Luego de varios años de lucha, el conflicto empeoró y el ejército británico atacó con armas de fuego a los ciudadanos. Mahatma continuó diciéndoles a sus seguidores que no recurrieran a la violencia. Él sabía que la paz era la única respuesta.
Más de trescientas personas fueron asesinadas. Las muertes y las huelgas continuaron durante un largo tiempo. En los años ’20 Mahatma escribió su autobiografía, donde reflexionó acerca de su búsqueda de la paz social y se dio cuenta de que las negociaciones con Inglaterra no lo llevarían a buen puerto.
La independencia era la clave para encontrar la tan deseada paz.
Luego de que Inglaterra declarara ilegal la venta de sal para todos excepto los miembros del gobierno británico, Mahatma organizó la Marcha de la Sal, una caminata que abarcó 125 km. El destino final era el mar Arábigo.
La travesía tardó veinticuatro días. Miles de seguidores se le sumaron en el camino y cuando llegaron al mar, Mahatma tomó un puñado de sal de la costa y lo elevó en señal de su irreverencia a las leyes y al gobierno.
Alrededor de 100 000 indios fueron privados de su libertad por seguir su ejemplo, pero la ley fue revocada.
A pesar de haber alcanzado cierto estatus social y tanta influencia, él continuó dirigiendo su vida a través de la austeridad y la simpleza. Trató de abolir las diferencias de género y de clase social y viajó por todas las ciudades de la India para comunicar su misión.
El 30 de enero de 1948, un radical de ultraderecha indio lo asesinó cuando él se dirigía a rezar. Mahatma tenía setenta y ocho años.
Él fue un ejemplo de que el camino fácil no siempre es el único ni el correcto. Todo es cuestión de conservar la esperanza y de no resignar los ideales.

Gracias por todo, Mahatma.

Wednesday, 30 September 2015

Personas que me inspiran: Nelson Mandela


Fue un hombre libre.
Nació el 18 de julio de 1918 en El Cabo, Unión Sudafricana y fue el hijo menor de un consejero del jefe del  clan Thembu.
Los primeros años de su vida estuvieron marcados por una serie de tradiciones y rituales locales. Creció junto a su madre y sus hermanas y cuidaba del ganado. Sus padres eran analfabetos, pero cristianos devotos.
Siendo el único estudiante de raza negra, inició sus estudios de Derecho en la Universidad de Witwatersrand. Sufría discriminación racial, pero logró trabar amistades entre europeos con ideas liberales y comunistas.
El partido de gobierno sudafricano CNA fue fundado el 8 de enero de 1912 con vistas a defender los derechos de los ciudadanos de raza negra en el país, que siempre fueron la mayoría. Si bien fue fundado algunos años antes del nacimiento de Mandela por un poeta y autor llamado Sol Plaatje, no fue sino hasta la intervención de Mandela que la cifra de afiliados pasó de los siete mil a los cien mil.
En 1943, conoció a Anton Lembede, nacionalista africano, quien siempre manifestó su oposición ante el colonialismo y el imperialismo. También se oponía a aliarse con los comunistas. Mandela se oponía a ésta última parte, pero se sentía muy influenciado por su manera de pensar. Sabía y defendía que los negros africanos debían ser independientes y luchar por autonomía política.
En 1944, a los veintiséis años y de la mano de Oliver Tambo y Walter Sisulu, fundó la Liga Juvenil el partido Congreso Nacional Africano (CNA). Ese mismo año se casó con Evelyn Mase.
El Partido Nacional Reunificado llegó al poder en las elecciones sudafricanas de 1948, en las que solo tenían permitido votar ciudadanos de raza blanca. Éste, junto al Partido Afrikáner, formó el Partido Nacional. Era una institución que se defendía racista y que promovía la legalización de la segregación con una nueva normativa: apartheid.
Mandela ganaba cada vez más influencia e importancia dentro del CNA y junto a sus integrantes organizaron boicots, huelgas y estrategias para resistirse a las nuevas normativas.
En 1950 se llevó a cabo la Convención para la Defensa de la Libertad de Expresión en Johannesburgo. Africanos, indios y comunistas estuvieron presentes e hicieron una huelga general contra el apartheid. Mandela se opuso a esta medida. Muchos trabajadores de raza negra formaron parte de esa huelga y fueron reprimidos por la policía. La Ley de Supresión del Comunismo había entrado en vigencia y jugó en contra de los agitadores. Ese año, Mandela fue elegido como presidente de la Liga Juvenil el partido Congreso Nacional Africano (ANCYL, según sus siglas en inglés). Él se oponía a la formación de una resistencia de lucha, pero los votos no estuvieron de acuerdo con su manera de pensar. Así, no le quedó más opción que unírseles.
En 1952, Mandela fue arrestado junto con otros compañeros de lucha y acusados bajo el Acta de Supresión del Comunismo. Recibió una sentencia de prisión suspendida.
En febrero 1955 Mandela llegó a la conclusión de que la única manera de que el CNA puede enfrentarse al apartheid es a través de la resistencia armada.
En 1962 fue arrestado bajo el cargo de conspiración contra el gobierno y fue sentenciado a cadena perpétua. Estuvo preso 27 años. Se armaron campañas internacionales en oposición a su encarcelamiento y en súplica por su liberación.
Luego de difíciles años de lucha, en septiembre de 1991 se llevó a cabo en Johannesburgo una conferencia por la paz. A pesar de que los actos de violencia contra la raza negra continuaban, Mandela y otros firmaron un acuerdo pacífico.
El progeso hacia una Sudáfrica democrática estuvo cubierto de luchas sangrientas, injusticia y violencia, pero las elecciones de 1994 significaron un cambio de rumbo en la historia de la nación. No sin conflictos violentos, amenazas, intentos de fraude y de sabotaje, la CNA ganó las elecciones y nombró a Mandela presidente.
Su contribución política y social, pero sobre todo su visión y su fe,  fueron fundamentales para sacar a Sudáfrica de la barbarie y guiarla por un camino de igualdad y respeto. 


 Gracias por todo, Nelson.

Monday, 31 August 2015

Personas que me inspiran: Sri Aurobindo Ghosh


Fue un hombre de fe.
Nació el 15 de agosto de 1872 en Calcuta, se crió en Inglaterra y estudió en Cambridge hasta obtener el título que le permitiría entrar en el servicio civil indio, pero al negarse a rendir el examen de equitación, no fue aceptado.
En la India, trabajó para el principado de Baroda y como profesor de francés e inglés. Durante ésta época, se involucró en la actualidad social y política del país. Así fundó el diario Bande Mataram. En ese diario difundía sus ideales nacionalistas luego de la división de Bengala en 1905 y los cinco años de caos que la siguieron. Aurobindo fue privado de su libertad en 1908 en una prisión de Calcuta.
Luego de ser liberado, fundó los semanarios Karmayogin —publicación en inglés— y Dharma —en bengalí— y continuó involucrado en la política. La policía todavía lo tenía en la mira y atentaron contra su libertad.
Para que no volvieran a meterlo preso, escapó a un pequeño pueblo cerca de Calcuta y según cuenta en sus historias, una fuerza más elevada se comunicó con él para indicarle que debía trasladarse a Pondicherry. Llegó allí a mediados de 1910.
A partir de ese momento, su vida cambió por completo. Dedicó cuatro años a practicar yoga en absoluto silencio y en 1914, fundó la revista filosófica mensual llamada Arya. Allí expresaba su opinión acerca de la humanidad, el destino y la historia. Quería guiar a la gente hacia la iluminación, la armonía y la plenitud espiritual en contacto con la naturaleza y la evolución.
Aurobindo planteó que la divinidad está al alcance de todos, que está en todo y en todos y que cada uno de nosotros tiene la habilidad de acceder a ella. Desarrolló el concepto de «Supermente», el poder cósmico universal que pone en marcha a la humanidad y que la conduce de su estado innato de ignorancia hacia la luz del conocimiento y una consciencia más elevada.
Aurobindo avanzó sin miedo entre las llamas de la incomprensión y defendió su vida a través de la iluminación espiritual.
Su fiel colaboradora, conocida como La Madre, continuó impartiendo sus enseñanzas luego de la muerte del maestro.

Gracias por todo, Aurobindo.

Saturday, 1 August 2015

La vida de Richi Chanel - Capítulo 10

Sin ánimos a exagerar, mi madre, María Inocencia, es probablemente la mujer más pudorosa y naif que conozca. Recuerdo que supo decirnos—a mí y a mis hermanos, eso es— durante varios años cosas como «hay tantas historias en mi lado de la familia que ustedes jamás creerían que son reales, pero que sucedieron». Mi respuesta siempre fue, «¡contanos!». Para mi tristeza, ella siempre respondía que todavía no estábamos listos para escucharlas.
Eso fue hasta que, de repente y sin más miramientos, un día nos juntó a mí y a mis tres hermanos. Ya todos teníamos más de veinte. Ella estaba muy nerviosa y, a mis ojos, se sentía como si estuviese por confesar la más bajas pasiones del lado materno de mi familia… Y ni siquiera me había dado tiempo de preparar pochoclo. ¡Injusticia sin nombre!
Entonces, con un nudo en la garganta y los ojos desorbitados por el horror, nos dijo:
—Hace muchísimos años, su tío Daniel, el mayor de mis hermanos, se fue para los Estados Unidos detrás de una mujer. Como la relación no funcionó, se volvió para Perú. Además, sus tías Elena y Roberta llevan desde hace añares una disputa que no sé cuándo comenzó, pero al día de hoy no se dirigen la palabra. ¿A ustedes les parece? ¡Gente ya grande!
Mi decepción fue tan grande que me dieron ganas de levantarme y retirarme de la sala sin mirar atrás. Lo único que me reconfortó fue no haberme tomado el trabajo de hacer pochoclo para aquel espectáculo, que resultó ser bochornoso y muy falto de dramatismo.
Quizás soy demasiado exigente, pero yo me esperaba algo más jugoso. Algo como que mi tío Daniel mató a su amante, usó el cadáver como transporte de drogas a los Estados Unidos y después volvió a Perú sin que la DEA se diera cuenta. O algo como que mi tía Elena le robó el marido a mi tía Roberta. ¡No sé! Algo más sustancioso que mereciera la pena aquella reunión familiar.
Yo, a mis no tan tiernos diecisiete años, supe que tres de mis compañeros de clase consumían y vendían marihuana, dos de mis compañeras, que también consumían, eran además alcohólicas y quedaron embarazadas. Y, por supuesto, a ninguna de las dos les pareció que el embarazo fuera razón suficiente como para dejar de ponerse en pedo todos los días y falopearse hasta no saber dónde estaban paradas. Hoy en día son madres de cinco hijos, entre las dos son abuelas de siete nietos, y como ambas familias parecen ser alérgicas a los preservativos y a cualquier método existente de anticoncepción, Argentina se verá forzada a recibir a más de sus tan adorables retoños.
¡Esas son historias, mamá! ¡No un tío que se quiso hacer el Don Juan y le salió el tiro por la culata y dos tías que son más tercas que una cabra!

Vergüenza debería darte, María Inocencia… Mucha vergüenza…

Friday, 31 July 2015

Personas que me inspiran: Sophie Scholl


Fue una mujer sin miedo. Sophie Scholl nació el 9 de mayo de 1921 en Múnich. Fue dirigente y activista del movimiento de resistencia contra la Alemania nazi, llamado Rosa Blanca. Estudiaba biología y filosofía.
En 1937, su hermano y amigos fueron arrestados por participar de un grupo católico y eso marcó para siempre su oposición a Hitler y al nazismo.
También fue un alma artística; tenía un gran talento para la pintura y el dibujo. Fue considerada como una «artista degenerada» entre tantos otros. Tenía una innegable pasión por la filosofía y la religión. En fin, todo aquello que defendía el pensamiento abierto, la libertad de expresión y la igualdad.
Sophie Scholl consideraba que la educación era el regalo más importante que se le puede hacer a cualquier persona. «La mano que mueve la cuna, mueve al mundo», escribió en un trabajo al terminar el secundario en 1940.
Trabajó como maestra de jardín de infantes, luego realizó seis meses de servicio civil, que es obligatorio en Alemania, donde trabajó como profesora de enfermería.
En 1942 se inscribió en la Universidad de Múnich para estudiar Biología y Filosofía. Allí también estudiaba su hermano Hans y él le presentó a sus amigos, quienes también eran revolucionarios políticos igual que ella. Así comenzó un selecto grupo de amigos que se reunían para debatir acerca de arte, política, literatura, filosofía y teología. Sophie conoció a un sinnúmero de artistas, escritores y filósofos que moldearon su visión ya establecida de la sociedad, redefinieron sus creencias cristianas y le proporcionaron un entorno en el que no se sentía ajena.
Uno de los temas que más la aquejaba era la identidad individual dentro de la dictadura. ¿Cómo es posible ser alguien cuando ser alguien significa perder la libertad y la vida? ¿Acaso debía resignar su identidad para seguir con vida?
El movimiento Rosa Blanca comenzó a hacerse conocer a través de pintadas y panfletos en la universidad. Ella, su hermano y sus amigos no dudaron un segundo en unirse. El grupo comenzó con solo cinco integrantes, pero no tardó en extenderse a toda Alemania.
Fue ella quien, con coraje y sin temor, se encargó de que Rosa Blanca recorriera ciudades, fuera promocionado y ganara cada vez más adeptos. La Gestapo los tenía en la mira.
Su hermano y ella se convirtieron en los líderes del núcleo de Múnich de Rosa Blanca. Con ayuda del profesor Kurt Huber, crearon las últimas dos series de panfletos, que repartirían en la universidad. «¡Fuera Hitler!» era el lema.
El 22 de febrero de 1943 Sophie Scholl y sus compañeros fueron llamados a comparecer ante tribunal. Fueron acusados de traición y se los sentenció a la guillotina ese mismo día.
Ella no se dio por vencida ni aún vencida. Sus últimas palabras fueron «sus cabezas caerán también». Tenía 21 años cuando fue asesinada.
La mayoría de los miembros de Rosa Blanca fueron decapitados más tarde ese año y otros fueron sentenciados con condenas de entre ocho meses y diez años de prisión, dependiendo de la gravedad del caso.
A pesar de todo, Rosa Blanca siguió en pie. Los grupos se volvieron clandestinos y continuaron creando panfletos de resistencia contra el régimen nazi.
Al final de todo, Rosa Blanca ganó. La honestidad y la valentía siempre triunfan.


Gracias por todo, Sophie.

Saturday, 25 July 2015

La vida de Richie Chanel - Capítulo 9

El otro día me subí al colectivo para ir a la universidad. Tenía un examen final, que había tenido tiempo de preparar y me sentía seguro, pero de todas maneras estaba nervioso. Por costumbre, quizás.

El colectivo estaba lleno, cosa que a esa hora de la mañana—eran alrededor de las 11— no solía ser usual. Me tocó viajar de pie. En una parada, tres mujeres con carritos de bebé subieron por la puerta central y me tuve que hacer a un lado para dejarles espacio, lo que me posicionó frente a una pareja. Ella tenía toda la pinta de ser rusa y él marroquí. Él me revisó de pies a cabeza con la mirada y con una expresión de odio tan profunda que no pude evitar sentirla. Lo miré justo cuando él desvió los ojos hacia la ventana, lentamente y sometido por una profunda rabia. La mujer, que me di cuenta era su pareja, notó la actitud del marroquí y exhaló una risa cansada e incrédula. Yo hice lo mismo.

Si bien muchos piensan lo contrario, no tengo cara de payaso ni de asesino serial. Tampoco me visto para provocar ni actúo de manera que pueda irritar a la gente. Ese hombre, sin embargo, no estaba reaccionando ante nada que yo hiciera, sino ante su propia actitud hacia la vida. Él, me atrevo a asumir, es de esa clase de personas que odian todo porque no saben cómo relacionarse con el mundo de otra manera. Es el típico macho. ¿Desde cuándo la hombría tiene que ver con el odio por la vida? No lo sé, pero ese hombre parecía ser un experto en odiar.

Verlo me llevó a pensar, ¡qué difícil es la vida de alguien que tiene que odiar constantemente! Me lo imagino caminando de la mano por el parque con su novia la rusa. Ella, con su pelo largo y rubio platinado bailando en el viento, y una sonrisa amplia estampada en la cara. Él, con paso tosco, seco, los hombros trabados como si hubiesen perdido toda movilidad, y con su actitud de desprecio. Y de repente pasan junto a un árbol, él lo mira de reojo y dice:

—Mirá a este hijo de puta. ¿Quién se piensa que es? Árbol de mierda, carajo.

También me imagino que la rutina diaria debe ser una tortura para gente como él. Se despierta, desayuna y se prepara para salir a trabajar. Entonces, el gran dilema que le arruina el día, tal y como todos los días.

—¡Otra vez, la puta madre!

—¿Qué pasa, mi amor?

—¡La puerta!

—¿Qué le pasa a la puerta?

—¡Otra vez tengo que abrir la puerta para salir de la casa! ¡Odio las puertas de mierda! ¡Todos los días tengo que abrirla y me tiene las pelotas por el suelo!


Digo yo, ¿no sería más fácil reírse un poco en vez de odiar tanto?

Saturday, 18 July 2015

La vida de Richie Chanel - Capítulo 8

La historia de esta semana es muy breve, porque los exámenes finales se acercan y no me da el tiempo, queridos lectores, de contarles más que una pequeña anécdota.

Ocurrió hace unos años atrás, cuando estaba en la universidad. Era un día de calor intenso, de esos que no da tregua y yo estaba esperando al colectivo para regresar a casa, de pie al rayo del sol y se me había terminado el agua… ¡Perfecto! Había tenido clase de historia y la profesora, para variar, no era del todo, ¿cómo decirlo? No era de mi agrado. Eso, sumado al hecho de que me tocó la dichosa suerte de sentarme junto a un papanatas que no paraba de hablar ni de reírse de la gente —y me obligó a decirle con firmeza que cerrara la boca—, me había alterado los nervios. Por ende, no estaba de buen humor. Y el verano, siendo la estación del año que menos me gusta —soy amante del invierno—, tiene la peculiar habilidad de sacarme de quicio.

Ni una nube. Ni la más leve brisa. Nada. ¿A quién se le ocurrió inventar el verano, che?

Necesitaba llegar a casa, y pronto. Fue entonces cuando, en la esquina de enfrente vi a un hombre. No me había percatado de su presencia hasta el momento y, según su actitud, él tampoco tenía mucha idea de dónde se encontraba. Se lo veía dubitativo, parado en la esquina y dando vueltas en círculos. Miró hacia la derecha y luego a la izquierda, se rascó la cabeza y, todavía sin estar convencido, optó por caminar hacia el oeste sobre la calle perpendicular a la mía. No sé si fue el calor, el cansancio o el hartazgo, pero verlo me dio un ataque de risa. Ese hombre tenía pinta de haber aparecido de la nada. Como si de repente se hubiese tele-transportado hacia esa esquina desde un lugar y una época desconocida. Por lo menos, esa era su actitud y la expresión en su rostro. Tenía cada de, ¡pero la puta! ¡Pasó otra vez lo mismo! ¡Estaba por cruzar la calle y viajé en el tiempo! ¡Que me cache en dié’, caramba! ¡Uno ya no puede caminar por la calle sin cambiar de dimensión espacio-temporal!

Una broma sólo para mí. Me reí durante todo el viaje y nadie a mi alrededor entendía por qué. Seguramente pensaran que era yo el que había viajado en el tiempo y por eso me reía. No lo sé.

¡Gracias viajero en el tiempo! ¡Me alegraste la semana!

Saturday, 11 July 2015

La vida de Richie Chanel - Capítulo 7

Era sábado por la mañana y no tenía planes para el fin de semana. Como mi relación con mi familia todavía estaba muy tensa desde mi coming­-out, no tenía proyectos de reencontrarme con ellos en el futuro cercano. Eso, para mi suerte y desgracia, significó acompañar a Reineldis en otra de sus travesías. Ese día me tocó hacerle de compañía para ir a comprar.

Mientras esperábamos al tren, noté a una mujer que, muy angustiada y con los nervios de punta, trataba de impedir que dos de sus cuatro hijos saltaran a las vías del tren. Uno de ellos era el mayor, que a simple vista parecía tener diez años, y el otro era el menor, que rondaba los tres o cuatro. Los dos del medio se mantenían firmes junto a su madre y no se atrevían a mover un pelo, ya que entendían el peligro.

—¡Qué par de pelotudos! —suspiró Reineldis mientras se abanicaba con el diario del día.

Ella había terminado de leer los titulares y, como día tras días las noticias se limitaban a asesinatos, robos, crisis financiera, más robos y quién quedó eliminado en el “Bailando” de Tinelli, consideró que era momento de dejar la realidad impresa de lado y conectarse con lo que ocurría a su alrededor.

Aquella mujer, que parecía estar cercana a cumplir cuarenta y cinco, no daba abasto. Mientras se aferraba a su cartera, para que los ágiles carteristas, rápidos como gacelas, no se la arrebataran sin que se diera cuenta, y luego de forzar a sus dos hijos —los que sí entendían el peligro que implicaban las vías del tren— a sostener las bolsas de las compras, corría entre la gente para detener a los otros dos, que amenazaban con tirarse a las vías del tren. Para ellos el “juego” era de lo más entretenido. No paraban de reírse.

Entonces me acordé de un documental de leones que había visto un día, ya no sé bien cuándo. Los leones, al igual que los elefantes, son mis animales favoritos. Siempre los admiré por su tamaño y por su fortaleza. Sin embargo, esa película amplió y alteró ligeramente mi visión con respecto al rey de la selva. Según contaban los expertos, mientras las madres dedicaban su vida a proteger y a alimentar a las crías, los machos se marchaban junto a otro grupo de machos para definir su “hombría” y pelearse a muerte con otros machos y, de este modo, definir su superioridad y fortaleza. Es decir, egoístas e inmaduros, que dedican su vida a ver quién la tiene más grande.

Humanos y leones, ambos cortados por la misma tijera.

La sutil diferencia era que, cuando los leones encontraban una nueva manada, iban en busca de los cachorros machos para asesinarlos mientras las leonas estaban distraídas o iban de cacería para alimentar a la manada. Así aseguraban su futuro como reyes de la manada… ¡El amor familiar no tiene comparación!

Los cachorros tampoco son demasiado inteligentes. Antes de que los machos infanticidas aparezcan en la manada, las leonas son las que reinan y dirigen la batuta. Luego de alimentarlos y mientras las leonas duermen, los cachorros más aventureros, o más idiotas, salen a recorrer el territorio, perdiéndose en más de una ocasión. Y como no saben cómo regresar, pasan el día y la noche perdidos en las sabanas. Las leonas los llaman durante toda la noche y, si no logran encontrarlos, dedican toda la mañana siguiente a buscarlos. En la mayoría de los casos, por no decir en todos, se encuentran con el cadáver de su cachorro devorado por buitres o hienas… No es por defender al feminismo, pero vamos. A los hechos me remito.

Con el pensamiento de regreso a la estación de tren, ver a esa madre tratando de evitar que sus hijos se tiren a las vías del tren me hizo recordar a los leones… Y más que nada a los cachorros. Entonces pensé, si esas dos criaturas son tan estúpidas como para querer saltar a las vías del tren sin darse cuenta del peligro, ¿no sería conveniente dejar que lo hagan?

¡No me malinterpreten! Lo que quiero decir es que esos dos “no tan lúcidos angelitos” algún día van a llegar a ser adultos. Y si con la edad que tienen ya son un dúo de papanatas, no me quiero imaginar qué va a pasar cuando lleguen a los veinte o a los treinta… Si es que llegan. ¿Realmente queremos tener adultos como ellos dando vueltas?

La madre logró someterlos a su autoridad justo cuando el tren se acercaba a la estación y los  “angelitos” no paraban de reírse. Al parecer, todavía no entendían el peligro.

Y justo cuando estaba por pensar que me había vuelto más antisocial de lo que considero humanamente posible, Reineldis dijo:

—¡Pero por qué no los dejás! ¡Dales un empujoncito! ¡Si hoy no los aplasta el tren, mañana los va a aplastar el mundo!


El alma me volvió al cuerpo y pude subir al tren con una sonrisa.

Saturday, 4 July 2015

La vida de Richie Chanel - Capítulo 6


Viviana ayudaba todos los días en un comedor infantil cerca de la estación Maldiva, por lo tanto ese martes después de la escuela me tocó viajar solo al curso de alemán. El Gordo y el Pibe estaban en el taller mecánico, así que ninguno pudo llevarme en auto. 

Ya me había malacostumbrado a tener chofer. 

Caminé hasta la parada y esperé al colectivo que me llevaría directo a Villa Baleares, donde quedaba el instituto de idiomas. Los horarios eran inciertos y desconocidos, al igual que las paradas. Uno tenía que saber aproximadamente dónde y cuándo venía qué colectivo... Una cuestión de suerte y de conocerse en el entorno. Yo me tenía que tomar el 87 y, según había me había dado cuenta en el último tiempo, éste venía siempre entre las menos veinte y las menos cinco de cada hora. Yo siempre salía antes de y media, porque a veces pasaba más temprano. 

Siempre tenía que esperar de todas maneras. 

Cuando por fin llegó, me subí y saludé al colectivero. Él se quedó sorprendido, como todos los colectiveros a los que saludaba. Pagué mi boleto y me senté en el asiento del fondo. A la derecha y junto a la ventana, porque hacía calor ese día y si bien no era sofocante, siempre se hace sentir más fuerte cuando uno está metido en un horno con ruedas. 

La brisa que entraba por la ventana era muy refrescante. Yo mantenía los ojos cerrados, y disfrutaba del viaje. Me había despejado tanto de la realidad a mi alrededor, que no me había dado cuenta de que una mujer se había sentado a mi lado. Tampoco me había percatado de que ya estaba a mitad de camino del instituto. 

La observé por un segundo. Parecía muy nerviosa y preocupada. Su mirada dubitativa y confusa denotaba recato y estructuras tan rígidas que apenas le permitían respirar, daba la impresión. O tal vez era ese ancho cinturón de cuero negro que le apretaba la cintura y sujetaba con firmeza su vestido de pollera larga color gris. Llevaba cartera y zapatos negros. Su pelo corto y reseco dibujaba una línea perfecta a la altura de la mandíbula. 

No se dio cuenta de que la estaba mirando, así que siguió tamborileando los dedos sobre su cartera y apretándolos de vez en cuando contra ella. De vez en vez, la abría, miraba en su interior y dudaba. Luego la cerraba, motivada por un suspiro cargado de resolución, y finalmente encorvaba la espalda y se mordía el labio inferior con angustia. 

Mi paciencia se agotó a la quinta vez que la vi hacerlo. Suspiré y dirigí la mirada a la ventana. Entonces sentí que me miraba. 

—Disculpe, muchacho —me dijo—. ¿Le puedo hacer una pregunta? 

Se me ocurrió hacerle la típica broma de la acaba de hacer, pero incluso a mí me molestaba, así que descarté la idea. 

—Dígame, ¿en qué puedo ayudarla? 

Ella volvió a suspirar. Estaba al borde del llanto. Trató de hacer de lado su angustia, y dijo: 

—Estoy muy, muy preocupada. ¡No sé qué hacer! 

Y yo pensé, si a esta no se le murió el perro, se le murió la madre. Nunca había visto una expresión tan desconsolada. 

—¿Qué le pasa? —fue lo único que se me ocurrió decirle. 

Ella aguantó la respiración y clavó la mirada al frente. Luego observó hacia los costados y finalmente regresó los ojos a mí. 

—Tengo un problema... Tengo una banana en la cartera —dijo en un susurro y con temor, como si estuviese ocultando un paquete de cocaína. 

Dudé antes de contestar. 

Okay... ¿Y qué le pasa con la banana? ¿Le tiene miedo o le tiene alergia? 

—No —suspiró ella con la voz apretada por la angustia—. ¡Me la quiero comer! Es que hoy tuve que trabajar horas extra y no pude hacer pausa... ¡Tengo mucha hambre! ¡Me quiero comer la banana! 

A lo que pensé, si me pagaran cada vez que digo eso, a esta altura sería millonario. 

Traté de contener la compostura y no reírme a las carcajadas en su cara. No podía creer lo que estaba escuchando. 

—¿Y por qué no se la come? —le dije. 

—¡No! ¿Cómo? ¡Estoy en el colectivo! No puedo comerme la banana en el colectivo, por más hambre que tenga. Me preocupa molestar a los pasajeros. 

Claro, y a mí que me parta un rayo, pensé. 

Bastante consternado, miré a mi alrededor. El colectivo estaba prácticamente vacío. Solo habían seis personas, y estaban todas sentadas en la parte delantera, cerca del conductor. Nadie notaría que había alguien comiendo una banana en el fondo. Y si lo notaban, ¿a quién iría de importarle? 

—Dígame, señora... 

—¡Filomena, por favor! ¡Dígame Filomena, muchacho! —exclamó, muy asustada—. ¿Tengo cara de señora? —preguntó curiosa con absoluta sinceridad—. ¡Yo le dije a doña Mirna que no me cortara el pelo tan corto, porque me agrega años! ¡No puedo creer que parezco tan vieja! 

Nos tapó el agua. 

Simplemente decidí ignorar el nuevo problema que estaba por surgir y opté por concentrarme en la banana. Perdón por el doble sentido. 

—Filomena, entonces —proseguí—. No veo por qué habría de molestarle a alguien el hecho de que usted se coma la banana que tiene en la cartera. Nadie, excepto yo, la está mirando. Y si tanto le molesta que yo la mire, se pude sentar en otro lado y comérsela a escondidas. 

¡Prometo que no lo estoy haciendo a propósito! Pero hablar de una banana promete muchas dobles interpretaciones. 

Filomena ahogó un grito de espanto. Las manos le temblaban y tenía el ceño fruncido, dispuesta a ponerse a llorar en cualquier momento. 

—¡Pero la cáscara, muchacho! ¡La cáscara! ¿Dónde me meto la cáscara? —gritó y cuatro de los pasajeros se dieron vuelta—. ¡No la puedo poner en la cartera! 

Filomena no se dio cuenta de que la estaban mirando hasta que yo distraje la mirada y vi que, al igual que yo en mi interior —para no ofenderla—, todos los pasajeros se estaban muriendo de la risa. Ella ya no pudo soportarlo. Se puso de pie, no sin que las piernas le temblaran, y dijo, resuelta: 

—No puedo más, muchacho. ¡Simplemente no puedo más! Me tengo que bajar del colectivo. 

—¿Esta es su parada? —le pregunté, ya que nos acercábamos a la parada que estaba antes del puente. 

—No, todavía tengo que seguir otra media hora, ¡pero me tengo que comer la banana! ¡Tengo hambre! Chau. ¡Me bajo del colectivo y me como la banana! Así estamos todos contentos... ¿O no? ¡Ay, muchacho! ¡No sé qué hacer! ¡Estoy tan preocupada! 

Como no le ofrecí ninguna respuesta, Filomena corrió hasta la puerta del colectivo y bajó. La seguí con la mirada mientras el colectivo continuaba su rumbo. Dicho y hecho, Filomena, de pie junto al poste de luz, sacó la banana de la cartera y se la comió en solo dos mordiscones. 

Y sí... Hay gente que tiene tiempo de sobra.